La Iglesia de Dios traza sus raíces en el año 1886, a una rústica casa ubicada entre la frontera de los estados de Tennessee y Carolina del Norte. Allí, ocho cristianos se reunieron con el deseo sincero de buscar más de Cristo. El grupo había tratado infructuosamente de reformar a sus iglesias locales, así que establecieron una nueva con el fin de restaurar las doctrinas de la Biblia, promover una mayor consagración, la evangelización y el servicio cristiano. Veintiún años más tarde, la Unión Cristiana nacida en Barney Creek, adoptó el nombre de Iglesia de Dios. De esos humildes orígenes creció hasta convertirse en una de las denominaciones pentecostales más influyentes del mundo. Por casi 120 años, la Iglesia de Dios se ha distinguido por predicar el evangelio bajo el poder del Espíritu Santo. Al momento, su membresía sobrepasa las seis millones de personas, distribuidas en 150 países. Los líderes de la Iglesia de Dios son muy respetados dentro del movimiento pentecostal. Hoy, la Iglesia de Dios siente un llamado similar al experimentado en sus primeros días en Barney Creek. Sus congregaciones están experimentando el poder del Espíritu Santo como nunca antes. De todas partes llegan noticias sobre cientos de conversiones y vidas que reciben la llenura del Espíritu Santo. La Iglesia de Dios ha sido llamada a evangelizarle al mundo. También al discipulado y la oración, al compromiso, a ser un canal para el avivamiento pentecostal en este nuevo milenio.
La Iglesia de Dios en la Argentina se inicia de la mano de la conversión de un extranjero italiano, don Marcos Mazzucco, que llegó al país en el 1922 junto con su esposa Onorina Juana Pasquero, en busca de horizontes laborales, convertido al Señor el 15 de enero de 1928 luego de recibir un milagro de sanidad y en gratitud a Dios ofrecen su humilde hogar en la calle Gral. Frías, en el Barrio de Isla Maciel, Avellaneda, en la Provincia de Buenos Aires, para llevar a cabo reuniones hogareñas de adoración y predicación del Evangelio dando inicio así a una creciente congregación que más adelante en 1931 se llamará Iglesia Evangélica de Nuestro Señor Jesucristo y que ya contará con local propio. El crecimiento experimentado por ésta congregación fue no solo numérico sino también geográfico extendiéndose a diferentes barrios y ciudades vecinas. Después de varios encuentros previos y suficiente tiempo de oración, el 30 de Junio de 1940, se firma la unión entre la Iglesia Evangélica de Nuestro Señor Jesucristo, nombre de la organización existente y la Iglesia de Dios por medio del misionero y su representante el Rev. J. H. Ingram. En aquella ocasión el Rev. Mazzucco es nombrado el primer Supervisor de la Iglesia de Dios en Argentina. De allí en adelante se inician nuevas etapas, que presentamos como décadas de progreso de la Iglesia de Dios en el país:
En esta década se encuentran los años que se caracterizaron por una visión misionera y extensión dentro del país.
Estos años fueron de pruebas internas a raíz de una división experimentada y posterior consolidación.
Esta década se destaco por el crecimiento y el fortalecimiento de la organización.
Estos años se caracterizaron por el fortalecimiento de las bases teológicas.
Fue la década de cambios importantes en la Educación Teológica y Estructura de Gobierno y Administración Nacional.
Fue la década de consolidación y continuo crecimiento en las distintas áreas de la Organización.
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